Helsinki me recibió bastante mejor de lo que esperaba. Me dicen que los días anteriores había estado lloviendo y ahora no pasó así. El clima estuvo perfecto, alrededor de unos 20 grados, y soleado. Contrario de lo que pudiera generarse al llegar ayer a las mil horas después de un día y medio de viaje, no estaba cansado… demasiado. Decidí salir a las 7 am del hostal para conocer la ciudad, y aunque no lo logré, sí salí a las 8.15. Fui a conocer la ciudad, visité las dos iglesias, la Luterana y la Ortodoxa, quienes en alguna época pelearon por las almas y mentes de los lugareños, y físicamente se encuentran como desafiándose una a la otra, mientras que la catedral católica se encuentra excavada en un pozo dentro de la tierra.

Así que ahí estoy yo con mi look de ranchero urbano, en la ciudad blanca del norte


También fui a Suomelinna, la fortaleza naval más grande del mundo y es tal como la recordaba: imponente, con sus 5 islas interconectadas y sus cañones de varias toneladas observando desafiante al mar. Esta fortaleza fue utilizada, y atacada, por suecos, rusos… y no olvidemos a los finlandeses atrapados a la mitad en todas estas guerras

Por la tarde visité a una amiguita mía que vive aquí, ella estudió hace un par de años un semestre en México y ahí la conocí, me dio gusto verla, aunque sigo bastante nostálgico por dejar gente en México, ayer soñé que estaba en mi casa.

Ya por último, creo haber solucionado el problema de las maletas, “tomaré prestado” un carrito de carga, no se de qué sean, pero parecen estar arrumbados en la parte de afuera del edificio sin ningún motivo aparente, y para mi es de vida o muerte por que cargar 32 kilos sin rueditas por 2.5 kilómetros puede ser una tragedia. La parte de la mochila de 16 kilos ya la superé por que la mandé a dormir a la estación de trenes.

………………………………………….

A la mañana siguiente….

Lo logré, por fin llegué a la estación de trenes después de robarme un carrito que usan para la basura, bajo la atónita mirada, para variar, de los helsinkianos.